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Vacas, leche y terneros

Durante el primer semestre de 2017 fueron sacrificadas 1.172.914 vacas provenientes de ganaderías industriales, tal y como afirma la encuesta oficial de sacrificio de ganado realizada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca. Una cifra que se ha mantenido estable durante los últimos años y que preocupa a las asociaciones de animalistas y partidos a favor de los derechos de los animales (Igualdad Animal, PACMA, Equo...).

 

A su parecer, las cientos de miles de vacas que albergan las granjas industriales sufren prácticas crueles con el objetivo principal de obtener beneficios: ya sea por la producción de leche o por el engorde de los animales para la producción de carne.

Javier Moreno, portavoz de Igualdad Animal en España, señala algunas prácticas habituales que se realizan a diario en algunas de estas industrias, poniendo en evidencia las condiciones insalubres en las que se encuentran las vacas, desde que nacen y hasta que mueren. Entre las más destacables, cuenta que “las terneras hembra recién nacidas son separadas de sus madres y viven en pequeñas boxes hasta los dos meses, momento a partir el cual son alimentadas artificialmente. Su destino será reemplazar a las vacas que ya no produzcan suficiente leche”. En cuanto a los terneros, asegura que “son vendidos a los 15-20 días de edad para ser convertidos en carne de ternera siendo aún bebés”.

Vacas en una explotación intensiva de gando bovino

Por otro lado, las vacas que sí son productoras de leche “son inseminadas artificialmente una y otra vez para que sigan produciendo”, explica el activista. “Tras 60-90 días después de cada parto las vacas vuelven a ser inseminadas”, añaden.

 

El objetivo de estas prácticas según esta asociación es "conseguir un parto anual y la producción máxima de leche por vaca". Si no cumplen esos requisitos, "son enviadas al matadero (un 25 por ciento de las vacas de una granja industrial)".

La alternativa más alejada a esta manera de cría y producción, son las ganaderías ecológicas bovinas, dedicadas al cuidado y el bienestar de estos animales.

Es el caso de la granja Vaca Negra, una granja familiar que empezó en la finca “El Juncal”, situada en Cenicientos (Madrid). Marina Redondo encabeza este negocio familiar que emprendió su padre en los años 70.

 

“Hace 40 años mi padre empezó a criar ganado de raza avileña (autóctona de Cenicientos). Eligió este tipo de raza porque están muy adaptadas al medio, ellas mismas aprovechan los máximos recursos de su hábitat y así se ahorra en materia externa. Son animales que producen menos kilos de carne, pero de mayor calidad”, explica Redondo.

 

La aventura de su padre en el negocio de las granjas comenzó con 15 ejemplares de esta raza autóctona de Madrid y desde entonces, su familia se ha dedicado a este negocio: “Somos seis hermanos, uno de ellos, Rodrigo, es biólogo y yo hice ciencias ambientales, así que decidimos continuar con la empresa nosotros”.

En el proceso de quedarse a cargo de la granja se dieron cuenta de que su padre no cerraba el círculo, criaba los animales y los vendía a otras ganaderías pero nunca llegaba a vender él su propia carne, por lo que el beneficio que se obtiene en la subida de beneficios del producto final, lo perdía, quedándoselo el intermediario.

 

“La idea fue terminar con el ciclo productivo y de paso la conversión a lo ecológico. Siempre hemos tratado a los animales muy similares a los que exigía el reglamento y en el año 2000 decidimos hacernos ‘eco’ y empezar a comercializar la carne”, relata la granjera.

"El problema de la carne es que tienes que darle salida rápido"

Los principios en el mercado ecológico no fueron fáciles para Vaca Negra, nadie compraba productos de este tipo así que tenían que venderlos a quien podían y muchas veces por debajo de su precio. Tal y como explica Marina, “el problema que tiene la carne en este sentido es que sacrificas unos animales y tienes que darles salida en un periodo de tiempo muy corto, si no, el producto se estropea”.

La vida en una ganadería ecológica bovina

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Para que una granja bovina sea ecológica, las vacas deben estar al aire libre y en un espacio lo suficientemente amplio para pastar. Por ejemplo, las de la granja de Marina tienen casi 2 hectáreas por cabeza. Esto está directamente relacionado con la alimentación, pilar fundamental de la ganadería ecológica. Un animal criado bajo las premisas de lo ecológico debe alimentarse de forma natural, están prohibidos antibióticos, hormonas y cualquier tipo de sustancia que altere la salud del animal.

“Nosotros realizamos rotación de pastos"

Un espacio amplio ayuda a que “obtengan comida del campo y que puedan adquirir el material orgánico suficiente y necesario que necesitan”, explica Marina, “nosotros realizamos rotación de pastos. El que tenemos en la primavera y verano, lo segamos, lo almacenamos y es lo que le damos de comer en invierno a las vacas. A la vez, se reservan ciertas praderas y se les va dando a los animales poco a poco. De esta manera las vacas siempre pueden comer a diente y de forma natural y no estropean el suelo, que es lo que ocurre si se quedan en el mismo suelo durante mucho tiempo”, detalla.

El cuidado del terreno y del hábitat de las vacas se suma al trabajo diario de cuidado de los animales. Marina explica que en otoño, por ejemplo, es la época en la que puedes empezar a podar las encinas. Los trabajos de cuidado de la flora permiten también dar de comer a los animales: “El ramón de la encina, unos brotes verdes pequeños, no tienen pinchos y les encanta a las vacas porque son blanditos. Las vacas vienen como locas cuando escuchan la motosierra, ya relacionan su sonido con la poda de la encina y, por tanto, con el acceso a su manjar”.

En comparación con la vida que tienen las vacas nacidas en granjas intensivas, donde muchas no ven ni la luz del sol, las vacas ecológicas disfrutan de una vida acompasada con un ritmo natural, no modificado.

 

“Aquí las vacas están con los machos. Cuando entran en celo se juntan, se quedan embarazadas y paren, una cosa natural. Todos los días vamos a verlas, eso sí, para supervisar los procesos”, cuenta Marina que añade que “a los terneros no se les separa de las madres hasta pasada cierta edad (6-8 meses)”.


El cebadero es la parte donde los animales terminan de crecer, si no crecen lo suficiente (lo que provoca después que la carne esté más dura).

Vacas de Castilla Verde

En Vaca Negra los tienen en unos corrales (unos patios con acceso a zonas al aire libre) donde verlos y poder alimentarlos con un pienso ecológico procedentes de otros productores (ecológicos también) con los que tienen acuerdos. “El tiempo que pasen en el cebadero no es algo concreto ya que es según sea necesario. En invierno las condiciones son más duras y se resguardan mejor ahí, pero en verano tengo terneros que crecen mucho, viven en el campo y no necesitan pienso ni nada, con el pasto es suficiente. Así, se quedan con sus madres, aunque ellas ya estén preñadas de otro ternero”, cuenta Redondo.

El mercado de carne ecológica

Marina sabe de primera mano cómo es el mercado ecológico y las dificultades que existen a la hora de hacerse un hueco lo suficientemente grande para vivir de ello. "Se nos veía como a cuatro hippies que querían vivir del campo y la realidad es que hay gente muy profesional dedicada cien por cien a esta profesión que es súper esclava: los animales comen todos los días, haga frío o calor, llueva o nieve”.

Muchas grandes marcas se han metido a producir en calidad de ecológico y ya se empieza a ver en grandes superficies, aunque, para Marina, lo mejor es la venta al cliente o a pequeñas empresas que puedan darle salida a los productos. “Que el crecimiento esté presente en muchos más sitios nos beneficia a todos, porque la gente ya no lo ve como algo de un par de frikis, se ha convertido en una alternativa más saludable”, afirma.

“Si a mí me preguntaran por qué consumir producto ecológico, primero diría que por el bienestar animal. No es lo mismo que una vaca se pase su vida en un cebadero, sin luz, con 200 animales apretados en naves pequeñas. Además esas condiciones terminan en que el animal enferme y que, como medida preventiva se les suministre sustancias y antibióticos en el pienso. Eso al final termina en nosotros a través de la cadena alimenticia. No hace falta producir en demasía, solo es necesario hacerlo mejor. La calidad sería mayor y se prolongaría la vida del animal”, explica Redondo.

Productos de Vaca Negra

El otro motivo por el que Marina prefiere lo ecológico es “la calidad y la seguridad alimentaria”: “Hay muchas personas con problemas de cáncer, otras con problemas de alimentación que han tenido que recurrir a estas medidas (un poco extremas) de comer todo ecológico y sin ningún tipo de químico. ¿Por qué? Porque al final se generan intolerancias… El cúmulo de químicos es una bomba que a algunas personas les provoca problemas”.

 

Por otro lado, cumplir las condiciones que marca el reglamento para que un producto tenga la certificación ecológica aumenta el precio final del mismo, además de que "cuesta mucho más producirlos, ya que depende plenamente de la naturaleza". Por ejemplo, "al no utilizar fertilizantes, ni abonos químicos, dependes mucho de la tierra, de si llueve mucho o no, de factores externos que, si van todo bien, hacen que tu negocio también funcione. Si no, produces menos y tienes que venderlo más caro", cuenta la dueña de Vaca Negra.

También hay que tener en cuenta que los trabajos no suelen estar mecanizados, es decir, todo es más artesano, más cuidado, lo que triplica la mano de obra, otro factor a tener en cuenta al hablar de ese aumento del precio final del producto. Sin embargo, Marina defiende que “si lo comparas con lo que se paga por una carne de calidad, es bastante similar”.

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